Hoy nos gustaría compartir con vosotros una reflexión:
Tal vez no sea un pensamiento muy ecologista, pero desde un punto de vista estético-poético, la Naturaleza por sí sola me parece aburrida; en cambio, me gusta mucho cuando se funde con la Civilización y su tecnología. Me fascina la forma en que las vías de los trenes transgreden los matorrales de helechos, y cómo los túneles iluminados por miles de LED agujerean las colinas nevadas; cómo el faro pintado de rojo se eleva obscenamente sobre los acantilados, retando a un horizonte erizado de olas; cómo las fábricas manchan el azul de un cielo alpino con su tos negra; y también cómo las torres de alto voltaje apuñalan la alfombra escarlata de los bosques caducifolios…
Se trata de una mezcla violenta y bella. Una guerra silenciosa que sólo puede acabar de dos formas: o bien la Civilización aniquila finalmente a la Naturaleza, y entonces la civilización muere; o bien la Civilización se aniquila a sí misma y entonces la Naturaleza sobrevive para tomarse la revancha.
Y si algún día ocurriera de esta última forma…
Las chimeneas perderán su pintura y las hiedras venenosas treparán por ellas. Los gigantes de alta tensión, con sus cuerpos metálicos roídos por el óxido, se quebrarán y se desplomarán pedazo a pedazo. Los edificios se desmoronarán ladrillo a ladrillo, hostigados por el constante mordisco del liquen y el viento. Las retamas florecerán amarillas y sus raíces resquebrejarán las autopistas, violándolas como antes lo hacían las vías de los trenes. Una pareja de mandriles copularán en el semiderruido altar mayor de Notre Dame; una manada de lobos harán de un antiguo hipermercado su guarida para el invierno; las antenas celulares sólo servirán como soporte para nidos de águilas y cormoranes; los cuartos de telecomunicaciones se convertirán en improvisadas madrigueras para lirones; las ciudades vacías serán absorbidas por la maleza; las bestias rumiarán libres en los jardines de Hyde Park y el Taj Mahal sólo será una oscura cavidad ruinosa plagada de murciélagos y alimañas.
No quedará allí nadie para escribir sobre esa belleza terrible, salvaje, solitaria. Nadie será testigo del triunfo de Gaia sobre su mayor error.
Pero mientras llega ese día, disfrutemos de la guerra…
Publicado originalmente en CertezasProvisionales.es
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