Una de las principales razones por las que elegí República Checa como destino para mi Erasmus, era su estratégica posición en el corazón de Europa. Planeaba visitar en un año tantos países como me fuera posible: Alemania, Austria, Hungría, Polonia, Eslovaquia… Lo que no sospechaba era que no es necesario salir de Chequia para encontrar lugares de especial encanto y que sin duda merecen la pena ser visitados.
Este pueblecito concentra más de 300 monumentos históricos protegidos de los más diversos estilos: gótico, renacentista, barroco… Salpicado por doquier de casas burguesas de tejados rojos, da la sensación de que el tiempo se ha detenido. ¡No hay Starbucks, ni McDonalds! Apenas una red inalámbrica… al menos todavía en 2011.
Situado en una zona de contacto entre el interior checo, el Danubio y el norte de Italia, fue embellecido por varias generaciones de nobles como los Rožmberk y los Eggenberg.
Sin duda alguna, el plato fuerte de Český Krumlov es el mencionado castillo. Para mi desgracia, no pude visitar el interior debido a reformas. Mala suerte. Espero volver en unos meses para poder completar esta crónica. No obstante en el complejo palaciego es posible visitar una torre cuyas vistas son impresionantes y verdaderamente encogen el corazón. No me sería posible decidir si es el paisaje circundante lo que embellece la ciudad, o es la ciudad la que embellece su paisaje. Una auténtica simbiosis entre arte y naturaleza.
Cabe destacar la belleza de sus jardines barrocos. Quizás se debiera al histrionismo del colorido otoñal de los árboles contra los setos, o acaso fuera la apagada luz del atardecer que bañaba los pétreos rostros de las estatuas: el Otoño de Vivaldi sonaba en mi cabeza sin necesidad alguna de música.
Como curiosidad, en el foso del castillo se crían osos desde tiempos de los Rožmberk. Yo no conseguí ver ninguno (salvo uno de peluche enganchado a la barandilla del foso). La suerte ese día sólo me acompañó en cuanto al buen tiempo, que no es pedir poco en realidad.
Aunque hay muchas cosas que visitar en Český Krumlov (su iglesia neogótica, sus galerías y museos variados…), es posible verla en un sólo día. Y aún sobraría tiempo para disfrutar de un anacrónico paseo, o para entonar el cuerpo con un vino caliente al final de la tarde en su taberna medieval. De visita obligada.
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