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Airbnb y la economía compartida: ¿una fuente de ingresos para el futuro?

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Desde 2008, Airbnb está cambiando la forma en la que organizamos nuestros viajes. ¿Quién quiere gastarse ya «las perras» en una claustrofóbica habitación de hotel? Con este popular servicio puedes reservar una casa entera o un dormitorio en 34.000 ciudades y 190 países del mundo a precios muy económicos.

Pero nuestros hábitos no son lo único que los negocios disruptivos como Airbnb están cambiando: también están ayudando a crear un nuevo modelo económico basado en compartir los recursos personales de las personas: su vivienda, su coche, su tiempo… Una comunidad de usuarios basada en Airbnb podría estar generando, ahora mismo, una fuente de ingresos similar a un empleo para 10 millones de personas de todo el mundo.

Por supuesto, existen muchas empresas tradicionales (hoteles, inmobiliarias; taxis y buses en el caso de Über…) que ven estos nuevos nichos como amenazas («competencia desleal«) en lugar de oportunidades. La presión que sufren los gobiernos y los ayuntamientos, les obliga a tratar de regular y controlar estos nuevos mercados. Pero se trata, como ha ocurrido tantas veces durante los últimos tiempos, de «ponerle puertas al campo».

La sombra de la regulación sobrevuela los negocios disruptivos

Cada país intenta regular a su manera el uso de Airbnb y «unicornios» similares. En la mayoría de los países, los propietarios deben darse de alta y tributar en base a los beneficios generados por sus alquileres. Como una actividad económica más…

Porque resulta que uno de los elementos más polémicos de este negocio es que, en tan solo 60 segundos (los que un usuario tarda en registrarse), un propietario de un inmueble se puede convertir en emprendedor y hacerle la competencia al Hotel Palace. Se trata, pues, de un concepto muy poderoso para la microeconomía.

Por desgracia existen infinidad de incompatibilidades con las leyes actuales, que fueron concebidas hace muchas décadas por gente que tenía la cabeza en otros problemas, y que por supuesto no habían previsto coyunturas como las actuales:

[blockquote author=»»]»Existen leyes para los negocios y leyes para las personas», declara Brian Chesky (CEO de Airbnb) en una entrevista para McKinsey, «Pero, ¿qué ocurre cuando una persona se convierte en negocio? De repente esas leyes se nos antojan anticuadas y resulta difícil aplicarlas de una forma justa».[/blockquote]

Lo cierto es que Airbnb y similares van a generar un montón de papeleo a la hora de revisar la legislación y de abordar otras soluciones jurídicas para que las ciudades, las personas y las plataformas de internet puedan convivir juntas. Y sin embargo, Chesky piensa que valdrá la pena. Porque las ciudades ya no tienen que invertir billones en infraestructuras para crear trabajo, tal y como solía ser el modus operandi tradiconal: la creación de nuevas oportunidades de negocio siempre había requerido una inversión inicial. Las ciudades y los hogares ya están ahí. Ahora lo único que hace falta es una conexión a Internet y una legislación adecuada. Porque cuando soplan vientos de cambio, son las leyes las deben cambiar; no oponerse al mismo.

La base de una nueva economía «compartida»

Muchas personas ya pagan la renta de su casa gracias a Airbnb. Algunas, incluso, empiezan a vivir exclusivamente de ello. ¿Significa que puede entenderse el microalquiler de viviendas como un nuevo modelo de empleo? ¿Sería un trabajo más que podríamos añadir a nuestro curriculum vitae? Depende de cómo lo abordemos. En muchos sentidos, cumple una función similar a la de un empleo. Tal y como afirma Tom Friedman, tricampeón del Premio Pulitzer:

[blockquote author=»»]Probablemente la gente en el futuro no tendrá un trabajo, sino una o varias fuentes de ingresos. [/blockquote]

En una realidad laboral tan precaria y con tan escasas expectativas de mejora debido a la Revolución Industrial Definitiva (otro día hablaremos de ello), se espera que los negocios como Airbnb tengan un impacto muy positivo y necesario en la economía global.

La economía compartida ha comenzado con la democratización de los dos principales recursos que la gente dispone: sus casas y sus coches. Sin embargo, la mayor revolución vendrá de la mano de compartir el recurso más valioso de todos: el tiempo. De aquí surgirían casi infinitos nuevos micronichos a cubrir:

¿Qué tal, por ejemplo, si en lugar de ir a un restaurante compartimos un brunch en casa de un desconocido que según Internet tiene buena mano para la cocina? Un día, quizás, esa persona podría hasta ganar una estrella Michelin de su propia casa…

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