Es lo que se conoce como falacia de la planificación: el ser humano tiende a subestimar el tiempo que tarda en concluir una tarea. Ya sea un Plan de Proyecto o la planificación de tus tareas domésticas del sábado.
¿Por qué subestimamos el tiempo?
Nuestros modelos de simulación mental suelen ser bastante idealistas, en el sentido de que normalmente no tienen en cuenta ciertos factores externos que pueden dar al traste con la planificación. Son las llamadas contingencias o riesgos, y en la medida en que seamos capaces de prever y mitigar sus efectos, mejor gestores de proyecto seremos.
¿Cuál es la solución?
Es inevitable. Puede que seamos los planificadores más experimentados y previsores del mundo. Puede que tu plan de gestión del riesgo sea perfecto: que hayas evaluado infinidad de riesgos, que hayas calculado el impacto de todos ellos, que hayas incluido un tiempo de reserva y que hayas reservado recursos para «acelerar» en caso de imprevistos. Y aún así, lo más probable es que nos retrasemos: se trata de la famosa Ley de Hofstadter:
[blockquote author=»Ley de Hofstadter»]Siempre lleva más tiempo que el esperado, incluso si tienes en cuenta La Ley de Hofstadter.[/blockquote]Entonces, ¿por qué planificar?
La respuesta está en aquella frase del general Eisenhower:
[blockquote author=»»]En la preparación para la batalla siempre me he dado cuenta de que los planes son inútiles, pero la planificación es indispensable.[/blockquote]Que los planes sean imprecisos no significa que sean innecesarios. Los planes no son útiles porque nos ayuden a atar todos los cabos, sino porque nos ayudan a comprender mucho mejor los requisitos, riesgos y dependencias de un proyecto.
Consejo para perfeccionistas…
No debemos agobiarnos tratando de que nuestros planes salgan a la perfección. Usa la planificación para comprender tu proyecto, pero no dependas de ella.