Estoy seguro de que ahora mismo tienes muchísimas cosas que hacer. Puede que sean tareas muy importantes: preparar un informe para mañana, depurar un bug crítico, estudiar un examen… incluso puede que no sea demasiado urgente: ¿tal vez terminar de leer ese libro que acumula polvo en la mesilla de noche? ¿Una sesión de piernas en el gimnasio? Siempre hay cosas que hacer, aunque sean objetivos pequeños a largo plazo. Entonces permíteme preguntarte, querido lector, ¿qué demonios haces aquí sentado?
A lo mejor estás cansado, te sientes desmotivado o simplemente te estás evadiendo sin darte cuenta. En cualquier caso, no estás demasiado tranquilo: hay un run-rún en tu cabeza porque sabes que tienes ALGO que hacer y no estás en ello. ¡Tranquilo! A mí también me pasa. Y a casi todo el mundo.
Se han desarrollado multitud de técnicas y herramientas para volverse una persona más productiva y para aprovechar mejor el tiempo. Por ejemplo, la filosofía GTD (Get Things Done), que consiste en una serie de pautas que nos permitirían aprovechar más nuestro tiempo y conseguir todo lo que proponemos.
Yo he probado múltiples sistemas de este tipo, pero no he conseguido llevarlos a cabo más allá de unas semanas o meses.
¿Por qué suelen fallar nuestros planes?
El segundo motivo por el que fallan tus propósitos es porque no estamos teniendo en cuenta cómo funciona la mente humana. Te adelanto una de las claves:
Una parte de ti RECHAZA la auto disciplina
Hay una parte que eres TÚ MISMO: tus objetivos, tus ambiciones, tus sueños… Vamos a llamarla «Yo-Emprendedor«.
La otra parte es la que se opone a la acción y la que busca incesantemente tu comodidad, la que no puede dejar de ver series o películas en Series.ly. Lo llamaremos nuestro «Yo-Vago«.
Cada vez que te propones hacer algo, existe un conflicto entre esa parte emprendedora de tu mente, y esa otra que quiere quedarse con el culo pegado al sofá.
¿Cómo resolvemos el conflicto entre tu Yo-Emprendedor y tu Yo-Vago? Existen algunos trucos, pero probablemente no sirvan de nada si no comprendemos la base de la autodisciplina…
Autodisciplina vs Fuerza de Voluntad
Antes voy a decir qué NO ES la auto-disciplina. La autodisciplina NO ES fuerza de voluntad. La fuerza de voluntad, como su nombre indica, somete por la fuerza a nuestro Yo vago: lo arrincona en algún lugar de nuestra psique, lo amordaza y le da una patada voladora mental. La fuerza de voluntad es una especie de Chuck Norris que todos llevamos dentro. Sin duda, merece la pena ejercitar el músculo de la voluntad, pero es un proceso mental muy costoso y estoy convencido de que en mayor o menor medida, es un recurso limitado. La autodisciplina, en cambio, no lo es.
Para tener disciplina no es necesario tener fuerza de voluntad, aunque es una gran ayuda (sobretodo al principio).
Entonces, ¿qué es la auto-disciplina?
En realidad es una habilidad que, como cualquier otra, puede ser aprendida. Esta habilidad requiere una gran capacidad de sentido crítico: la capacidad de ser conscientes de nuestros propios pensamientos y de darnos cuenta de cuáles son las resistencias internas que nos bloquean.
La autodisciplina es una necesidad que surge de coordinar nuestros deseos, emociones, necesidades, miedos, pensamientos y recuerdos, especialmente cuando existe conflicto entre alguno de estos elementos.
Sólo cuando nos entendemos a nosotros mismos seremos capaces de llevar a cabo todos nuestros planes. ¡Y sin necesidad de martirizar a nuestro Yo Vago! Seguiremos hablando de este interesante problema y de sus múltiples soluciones. Mientras tanto…
Fuerza y honor.